Hoy me gustaría entusiasmarte y convencerte para que me ayudes a diseminar semillas que puedan crear una nueva cultura de la infancia, donde el juego libre vuelva a ser protagonista.
El tema del juego infantil es tan extenso que creo que nunca acabaría de abordarlo. Hace ya muchos años, con mis amigas Carmen y Claudia de @jugarijugar, cuando su tienda todavía era pequeña, organizamos una formación de un año en Girona sobre el juego, donde impartí ¡9 talleres de 3 horas sobre el juego infantil!
El juego tiene múltiples beneficios: a nivel físico, cognitivo, social, etc. Pero hoy quiero contarte una experiencia que me compartió una familia, que ilustra cómo el juego puede ser una poderosa herramienta para integrar y trascender vivencias emocionales dolorosas. He cambiado el nombre de la madre para preservar su identidad.
Carla vino a un taller de pedagogía Waldorf que impartí en Barcelona a principios del año pasado. Al final de la clase, me comentó en privado que estaban un poco preocupados por su hija de 4 años, ya que había pasado una experiencia difícil en el servicio de urgencias de un hospital. La niña tenía mucha fiebre, se encontraba mal y debilitada. Le tuvieron que pinchar varias veces, y ella lloró mucho. Desde entonces, la veían algo diferente. Les parecía que no había logrado superar la experiencia del dolor físico que había vivido, de manera satisfactoria. Además, cada vez que intentaban hablar del tema, la niña se negaba, y no sabían cómo ayudarla.
Les propuse dejar a su disposición elementos de juego que pudieran sugerir un juego de fantasía relacionado con el tema de la atención sanitaria. Al cabo de un tiempo, Carla me envió un correo explicándome cómo se había desarrollado la situación:
En cuanto vio los utensilios de juego, enseguida se puso a jugar, tanto con sus hermanas como con nosotros, y más tarde con la abuela.
Sin sorprendernos, vimos cómo, efectivamente, jugaba a pinchar, extraer sangre, etc. Pero lo que no esperábamos fue lo siguiente: el juego consistía, básicamente, en pasar mucho rato esperando. Cuando yo o el padre éramos médicos y le decíamos que era su turno, nos respondía que no, que su peluche había llegado antes, que a ella aún le tocaba esperar. Luego, cuando intercambiábamos roles, nos hacía estar sentados durante largos ratos en el sofá, hasta que ella nos avisaba. De vez en cuando, nos preguntaba cómo estábamos.
Entendimos que lo que necesitaba integrar no era tanto el dolor físico, sino la espera cuando hay dolor. Después de varios días repitiendo el juego, le preguntamos: “¿Era difícil esperar en el hospital?” Ella respondió: “Sí. ¿Por qué hay que esperar tanto cuando te duele algo?”
Esta es la magia del juego libre: solo ella misma pudo darse los elementos exactos que necesitaba para integrar y trascender la experiencia: el contenido, los personajes, el tiempo, el ritmo, los diálogos, etc. Además, tener adultos que acompañan y son capaces de poner palabras para ayudar a crear un relato coherente, es un gran regalo.
Si te interesa profundizar en la gestión de las emociones o conocer mejor otros aspectos del juego infantil, puedes consultar mi libro El arte de dar libertad o apuntarte al curso digital El arte de acompañar las emociones de los niños.
Para terminar, te dejo con una cita inspiradora sobre el juego, del libro The Genius of Play: Celebrating the Spirit of Childhood (página 96), de Sally Jenkinson:
Así como el sol proporciona alimento vital a nuestro cuerpo físico, el juego de alta calidad en la infancia es la vitamina que nos proporciona una experiencia integral de bienestar.
Gracias por estar aquí. Al final de este correo puedes dejar un comentario, compartirlo o suscribirte a mi Newsletter si aún no lo has hecho. Nos volveremos a encontrar en mayo.
Un fuerte abrazo y ¡hasta pronto!
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